viernes

y te cepillas el pelo, pero no aparece.

Aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece aparece.
Te pasas el cepillo por el pelo; una vez, dos veces, tres veces. Cuatro, cinco, seis. Veinte, veintiuna. Cincuenta. Sigues cepillando a pesar de todo, como si ese gesto pudiese borrar la angustia, el mareo, el frío. Dicen que cepillar el pelo cien veces con amor es una terapia superior a cualquier otra. Lo intentas aunque sabes que no funcionará.
Piensas en lo que te ha hecho reaccionar de esta manera. Piensas qué provoca que te aferres a una medicina basada en un cepillado de pelo. Y no puedes dejar de imaginarlo. No puedes. Vienen escenas, de aquí y de allá. Escenas del pasado, del desastroso presente; escenas que no han ocurrido, fantasías que nunca llegaran a  realizarse. Te preguntas por qué. Te preguntas hasta cuándo.
Las imágenes se suceden en tu cabeza. Casi puedes sentir como te coge la mano, como te pide perdón cuando no tenía que hacerlo, cómo te acaricia el pelo. Puedes ver su primera mirada de odio, puedes escuchar sus palabras.  Puedes ver su espalda la primera vez que te la dio. Puedes verte a ti misma tardando cinco minutos desde tu esquina a tu casa, pensando "aparece" una y otra vez. Puedes verte hablándole, explicándote, contándole la verdad, aunque eso no haya sucedido, y aunque es probable que no vaya a suceder.
No puedes dejar de verlo ni un segundo esta noche, y a veces, tampoco quieres dejar de hacerlo.
Sabes que mañana no volverá a mirarte de esa forma, sabes que no aparecerá, sabes que ha desaparecido. Sabes que ya nunca tendrás quién te proteja en las sombras, sin saberlo, cuando crees que no lo necesitas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario