lunes

I'm gonna buy a gun and start a war

Escondían almas humanas en cualquier portaaviones.
Los disparos se confundían con los latidos del corazón hasta no saber qué sonido era más vital.
Cada beso que daban escondía una pequeña y peligrosa granada en su más profunda esencia y en el suelo se entremezclaban la ropa de ambos con balas humeantes.
Cubría la habitación una densa escarcha que helaba la sangre en el más literal de los sentidos.
Percibíase el olor a fina pólvora, que invitaba a ser cauto, no fuera él a encenderse un cigarrillo en ese preciso momento y la explosión volase aquel cubículo de reproche, sexo y cobardía.
Podía oírse únicamente el rumor de ligeros gemidos: no decir nunca nada era la única norma.